He cometido la suficiente cantidad de errores para darme cuenta de que en la vida, nada está dicho. No me da vergüenza admitirlo: nadie nace sabiendo y todo es aprendizaje (a veces acompañado de placer, la mayoría de dolor). Se puede volver de todo -absolutamente de todo- del fracaso y del éxito, de la gloria y del ridículo, del amor y del odio.
Y no siempre es fácil decir la verdad. Uno huye hasta donde puede, pero finalmente siempre te encuentras a ti mismo.
Dios no hace regalos: ciertas cosas -pareciera ser- tienen un muy alto precio ( ¿ pasará algún tiempo hasta que me arrepienta de escribir esto ? ).
El tiempo ha transcurrido de tal manera que me ha transformado.
Conmocionado por la vida, le presento pelea. La lucha es desigual, pero eso nunca me ha preocupado: he atesorado la suficiente cantidad de recuerdos como para morirme mañana. Sin embargo, hay un problema que todavía no puedo resolver: aún tengo en mis ojos el color de tus ojos cuando me dijiste adiós la última vez.
sábado, 24 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)