sábado, 24 de octubre de 2009

Sin razones para tener razón

He cometido la suficiente cantidad de errores para darme cuenta de que en la vida, nada está dicho. No me da vergüenza admitirlo: nadie nace sabiendo y todo es aprendizaje (a veces acompañado de placer, la mayoría de dolor). Se puede volver de todo -absolutamente de todo- del fracaso y del éxito, de la gloria y del ridículo, del amor y del odio.
Y no siempre es fácil decir la verdad. Uno huye hasta donde puede, pero finalmente siempre te encuentras a ti mismo.

Dios no hace regalos: ciertas cosas -pareciera ser- tienen un muy alto precio ( ¿ pasará algún tiempo hasta que me arrepienta de escribir esto ? ).
El tiempo ha transcurrido de tal manera que me ha transformado.
Conmocionado por la vida, le presento pelea. La lucha es desigual, pero eso nunca me ha preocupado: he atesorado la suficiente cantidad de recuerdos como para morirme mañana. Sin embargo, hay un problema que todavía no puedo resolver: aún tengo en mis ojos el color de tus ojos cuando me dijiste adiós la última vez.